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The universe of time

Michael Biercuk es profesor de física cuántica y fundador de la compañía de software Q-CTRL. Es, además, coleccionista de relojes de alta gama. Durante la última edición de Dubai Watch Week, fue invitado a participar en el panel intitulado “What brings you here?” junto con otros panelistas como el actor Aldis Hodge o el entusiasta de la relojería Jeffrey Kingston. Esto fue lo que platicamos con él.

Por Alejandro Estrada

  • Michael, platícanos por favor en qué consiste tu trabajo en los terrenos de la física cuántica.

Me alegra que me pregunte eso, que quiera saber qué es lo que hago yo aquí [risas]. Tengo dos trabajos. Por un lado, soy profesor de física cuántica y tecnología cuántica en la Universidad de Sidney, Australia, y ahí dirijo un equipo de investigación académica. En el equipo estudiamos cómo construir un nuevo tipo de tecnología conocida como computadora cuántica. Se trata de la siguiente generación de computadoras que utiliza a la física cuántica para guardar y procesar información. La física cuántica es un área de la física enfocada en describir las cosas más pequeñas; describir el mundo, el universo, en una escala diminuta. Por lo tanto, cuando hablamos del comportamiento de los átomos, de las partículas elementales de materia, de, por ejemplo, las partículas elementales de luz conocidas como fotones o de partículas subatómicas como los electrones, estamos hablando de un comportamiento regido por los principios de la física cuántica. Tal vez por involucrar cosas que no experimentamos, ciertos aspectos de la física cuántica pueden parecer algo extraños, y por mucho tiempo la gente pensó que solamente se trataba de ejercicios matemáticos descabellados. Sin embargo, resulta que todo es real y que involucra ciertas reglas. Los sistemas cuánticos, por ejemplo, son descritos coloquialmente como aquellos sistemas en los que algo puede estar en dos lugares diferentes al mismo tiempo, o en más de un lugar al mismo tiempo. Además de habitarlos simultáneamente, de acuerdo a esa regla, una determinada cosa escoge cualquiera de esos dos lugares solamente hasta que uno lo observa. Ya sé que suena como una locura total. No se parece en nada a nuestra experiencia del mundo que nos rodea. Después de todo, tú estás sentado en tu silla ahí y yo en la mía aquí. Ni tú ni yo podemos habitar dos lugares diferentes al mismo tiempo. Sin embargo, las reglas son completamente distintas cuando uno se adentra a ese otro mundo de escalas diminutas. Hay más reglas como la del entrelazamiento cuántico, la cual permite que dos objetos previamente entrelazados permanezcan unidos sin importar lo lejos que estén el uno del otro. De esa manera, si manipulo uno de esos dos átomos previamente entrelazados, el otro átomo lo sentirá instantáneamente aunque se encuentre en el otro extremo del universo. Suena a magia, pero no lo es. Hemos realizado muchísimas pruebas a lo largo de los años para saber si esa descripción de la realidad es correcta o si solamente se trata de un tipo raro de matemáticas. Y todas las pruebas han confirmado que sí es cierto. Ahora, mi equipo de investigación académica y otros tantos alrededor del mundo nos hemos dado a la tarea de desarrollar una nueva tecnología basada en esta ciencia que ha sido descubierta y demostrada. Por otro lado, también soy el fundador y director de una compañía de software que se llama Q-CTRL, una empresa tecnológica respaldada por capital de riesgo que produce software especializado. Vendemos el software a otros equipos de investigación y desarrollo y a fabricantes de hardware para ayudarles a mejorar el desempeño de sus productos. Nos enfocamos en algo muy especializado llamado ingeniería de control para sistemas cuánticos y compartimos nuestro conocimiento a través de software.

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Michael Biercuk es profesor de física cuántica y fundador de la compañía de software Q-CTRL.
  • ¿Qué significa el tiempo para ti, como profesor de física cuántica y como aficionado a la relojería?

Es la pregunta más interesante que me han hecho en toda la semana. Desde la perspectiva del científico que soy, el tiempo es aquello que marca un reloj, lo que mide con su vaivén cualquier oscilador de un reloj. Es todo, no hay nada más que agregar. Ya sé que es una respuesta desapasionada que puede contrastar mucho con el espíritu de este evento, pero esa es la respuesta estándar desde la perspectiva de la ciencia. Una cosa es la definición objetiva del tiempo y otra muy diferente es cómo lo vivimos, cómo transcurre subjetivamente para cada uno. En la física, el tiempo se concibe como cualquier otra dimensión. Es similar a la definición de las dimensiones espaciales: arriba y abajo, izquierda y derecha, adelante y atrás. Para nosotros es sumamente difícil entender así al tiempo porque no es como lo vivimos. Para nosotros tiene un comienzo y un final, pero la realidad es otra. Uno puede pensar que hace cincuenta años lo que hoy conocemos como Dubái no existía, que todo lo que ahora vemos aquí fue construido recientemente y tal vez en mil años desaparecerá por completo (ojalá no ocurra pero, si nos apegamos a la realidad de las cosas, es probable que sí). ¿Cómo es eso lo mismo que un espacio determinado, que la altura, anchura y profundidad de un cuarto? Pensémoslo del siguiente modo: en la habitación en la que ahora nos encontramos hay una mesa justo a la mitad del camino entre estas dos paredes. Si observamos el cuarto de un extremo al otro podemos apreciar que en el espacio entre una de las paredes y la mesa no hay mesa, que a continuación sí hay mesa, y que entre ella y la otra pared tampoco hay mesa. Es un poco como decir que no hay una ciudad, que luego sí hay una ciudad y que después de nuevo no hay una ciudad. Sí pensamos en el tiempo como una dimensión y lo trabajamos mucho, entonces es posible entender cómo la física lo define de forma similar a otras dimensiones. Pero por otro lado, si regresamos a la noción de que el tiempo es algo vivencial, que existe otra forma subjetiva de verlo, entonces el tiempo para mí en realidad tiene muy poco que ver con los relojes. Por supuesto que los relojes tienen un lado utilitario. Esta pequeña computadora en mi muñeca me informa qué hora del día es en este preciso momento y la fecha, es decir, información que es relevante para las interacciones sociales. Y aunque sirve para eso, para darme la hora, para mí el reloj me ofrece una conexión personal con mi trabajo de investigación. Debido a que utiliza un tourbillon, en él veo una conexión con mis amigos de la industria relojera, con la gente que he ido conociendo en A. Lange & Söhne (si usted ya tuvo la oportunidad de conocerlos sabrá lo encantadores que son). El tiempo significa un medio para relacionarme con el arte y con las personas y eso es lo que para mí justifica llevar puesto un reloj como el que descansa ahora en mi muñeca.

"Para mí el reloj me ofrece una conexión personal con mi trabajo de investigación".
  • Desde tu perspectiva como científico, ¿cómo conectarías la idea de los viajes en el tiempo con los recuerdos?

Ante todo, debo aclarar que ofrezco mi opinión personal solo como partícipe en una conversación intelectual con usted y no para ofrecer una respuesta científica a su pregunta, porque no la tengo. Hay ciertas partes de la física en las que el tiempo parece transcurrir en una sola dirección. Eso ocurre con sistemas de gran escala, y ese aspecto, que se denomina entropía, se incrementa cuando el desorden aumenta (el segundo principio de la termodinámica). Existen, por otro lado, otras áreas de la física en donde parece que las cosas pueden ir hacia adelante y hacia atrás, por lo menos a nivel local. De hecho, en la mecánica cuántica, casi todo lo que hacemos se considera unitario. Significa, para comenzar, que las probabilidades se conservan, las cosas no se pierden e inclusive, en muchos casos, el tiempo puede transcurrir en ambas direcciones. Es decir, las operaciones pueden ser revertidas. ¿Cómo embona todo esto para formar una imagen completa? Para comenzar, ya tenemos una idea consistente gracias a que las matemáticas continúan corroborando las hipótesis, tanto a nivel local como para el universo entero. En términos de mi propia curiosidad intelectual, con base en mi experiencia, opino que la memoria es un poco como viajar a través del tiempo. Sí, probablemente un tipo de viaje a través del tiempo imperfecto y por eso muchas veces nuestros recuerdos no son muy claros. Podemos cuestionarlo y decir que los recuerdos no existen, que solamente están en nuestra cabeza. ¿Y la realidad qué? ¿También está solamente en nuestra cabeza? ¿Será que usted tampoco existe y solamente lo imagino? ¿Cómo saberlo si solamente podemos vivir las cosas como individuos? Son preguntas filosóficas muy profundas. Creo que definir nuestra percepción y experiencia del transcurso del tiempo es algo que probablemente siempre nos costará mucho definir. Se han escrito muchas ficciones fantásticas sobre cómo funciona el tiempo. En la novela titulada La historia de tu vida, escrita por Ted Chiang, y en la película de 2016 basada en el libro, titulada Arrival [La llegada], se habla de la posibilidad de viajar a través del tiempo mediante un tipo de lenguaje que no tiene principio o fin. En la historia, los extraterrestres llegan a nuestro planeta con un arma, que en realidad es un regalo: su lenguaje. La estructura no lineal, sin principio o fin, de dicho lenguaje es lo que permite viajar por el tiempo. Una historia muy ingeniosa, ya que propone que el tiempo no es una realidad objetiva sino que solamente existe en la forma en la que lo percibimos. Su pregunta es muy interesante, pero desafortunadamente como científico no le puedo dar una respuesta categórica.

  • En lo referente a la física cuántica, ¿hay forma de demostrar la existencia de mundos paralelos, que la dimensión en la que vivimos es solamente una de varias dimensiones?

No. Aunque se especula que es posible, no hay evidencia de que existan mundos paralelos. Se han desarrollado modelos matemáticos sobre la realidad del universo que incorporan una propuesta en ese sentido conocida como “Teorema de los Universos Paralelos”. Se trata de teorías diseñadas para ser compatibles con la evidencia que poseemos en este momento. Sin embargo, nunca se ha llevado a cabo una prueba que sugiera que es verdad. En mi opinión, más que una propuesta basada en la ciencia se trata de algo entretenido para dar rienda suelta a la imaginación. Y es que algunas áreas de la ciencia son tan especulativas que resulta muy difícil reconocerlas como investigaciones serias, apegadas a métodos de investigación científica que ofrezcan evidencia de manera consistente para corroborar la hipótesis. En la mayoría de los casos no es posible realizar pruebas que las confirmen. Por otro lado, son el tipo de narrativas que emocionan y atraen el interés de la gente por la ciencia y, a fin de cuentas, ayudan a comunicar esos otros aspectos más fríos y puntuales de la ciencia a un público más amplio. Por eso, contar historias es un aspecto fundamental de la ciencia. Después de todo, es a través del lenguaje que puedo establecer una conexión entre mi investigación científica y aquello que permitirá a la gente identificarse con ella. En mi caso, para conectar con el público, los relojes son uno de los instrumentos que utilizo para contar la historia que comparten la relojería y la física cuántica. Y me parece que el teorema de los universos paralelos tiene el mismo propósito.

Reverso del A. Lange & Söhne 1815 Chronograph, una de las piezas de Michael Biercuk.
  • ¿Cuándo descubriste tu pasión por los relojes?

Para serle honesto, no creo que fue solamente un momento especifico sino un proceso gradual. Desde niño me han gustado los relojes. No sé por qué, pero me gustan desde siempre. Obviamente, mi interés por la relojería no era el mismo que siento hoy. No fui el niño de diez años investigando todo sobre la industria relojera. No era algo a lo que estuve expuesto. Compré mi primer reloj mecánico relativamente tarde, cuando tenía alrededor de 31 años. La razón de la compra probablemente no fue la más pura. Sentí que como ya me había convertido en miembro de la facultad, porque ya era profesor y no un estudiante, el reloj era la forma de reflejar ese cambio de estatus. Todavía lo tengo. Es un Rolex Milgauss. En mi opinión, uno de los relojes deportivos con la mejor relación calidad-precio, sobre todo por lo sorprendentemente barato que fue si se compara con cualquier otro reloj deportivo de la misma gama. Es una pieza sumamente robusta y, con su cristal verde, también muy atractiva. Y, por otro lado, como un científico que realmente trabaja en un laboratorio, ha sido un instrumento de trabajo muy práctico. Para mí un Rolex era lo que un hombre hecho y derecho usaba; una opinión en parte influenciada por mi familia, ya que uno de mis tíos era dueño de un hermosísimo Rolex Submariner de 1972. Así fue como gradualmente comencé a interesarme cada vez más por la relojería. Y ese interés inicial por los relojes como símbolo de estatus pasó a convertirse en un interés genuino por aprender más sobre ellos. Después me compré un Rolex Deepsea Sea-Dweller porque deseaba tener un reloj más deportivo.

  • ¿Cómo llegaste a la relojería de alta gama?

Más tarde compré mi primera pieza de alta relojería, un Jaeger-LeCoultre Ultra Thin Moonphase en acero. Era la primera vez que me interesaba en serio por el aspecto mecánico y los diseños con una estética muy diferente. Así fue como comencé a explorar la relojería de alta gama cada vez con mayor interés. Dos marcas a las que volvía todo el tiempo eran F.P. Journe y A. Lange & Söhne. La primera me atraía por el diseño y estética de sus relojes y una narrativa muy elocuente que comenzaba con su eslogan Invenit et fecit [inventarlo y hacerlo] —un buen ejemplo del lenguaje utilizado para conectar con los demás—. Pero me parecía también que A. Lange & Söhne combinaba muy claramente dos elementos únicos: la destreza manual y la maestría técnica. Todos esos artesanos relojeros involucrados en la creación manual de las partes del reloj incorporaban un elemento humano a piezas técnicamente magistrales. Por eso me costó mucho decidir cuál sería el siguiente reloj que compraría. Finalmente me decidí por un F.P. Journe Chronomètre Bleu, que fui a comprar a la boutique de la marca en Nueva York, y más tarde por un A. Lange & Söhne 1815 Chronograph.

A. Lange & Söhne 1815 Chronograph, una de las piezas de Michael Biercuk.

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