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 Lanzado en 1961, el reloj Max Bill de Jun- ghans fue creado por este mismo artista y ar- quitecto de la Bauhaus.
  se fundaba la Staatliche Bauhaus (Escuela de la Bauhaus), una corriente que, casualmente, busca- ba que los artistas regresaran al trabajo manual y, en palabras de su fundador, Walter Gropius, “liberarse de la arrogancia que divide a las clases sociales e intenta erigir una barrera infranquea- ble entre los artesanos y los artistas”. Uno de sus grandes exponentes, y curiosamente discípulo de Kandinsky, Max Bill, colaboró en 1961 con la ma- nufactura alemana Junghans para la creación de una de sus piezas más emblemáticas hasta ahora. Desde entonces, y prácticamente sin interrup- ciones, el reloj que lleva el mismo nombre de su creador no ha dejado de producirse. De acuerdo con la firma, a menudo se realizan consultas con los herederos de Bill y la fundación Max, Binia + Jakob Bill.
Introducir dichas expresiones a la relojería se ha dado de manera casi orgánica, pero ¿qué suce- de con el polémico arte contemporáneo o aquellas manifestaciones a las que siempre se les cuestio- na su lugar en el arte? En esta industria con in- clinaciones clásicas, nadie ha sabido defenderles mejor que Hublot. Junto con la firma —quien a menudo utiliza el lema “Hublot Loves Art” o ex- plica sus creaciones bajo el concepto del “Arte de la Fusión”—, están también nombres como el de Corum, Richard Mille, Perrelet, Parmigiani y, re- cientemente, TAG Heuer.
El Big Bang Sang Bleu II, una de las colaboraciones más recientes entre Hublot y el artista del tatuaje y creativo, Maxime Plescia-Büchi.
En los últimos tres años, Hublot ha explotado como nadie su relación con grandes nombres del arte contemporáneo como Richard Orlinski y Car- los Cruz-Diez. De la geometría y el color, respecti- vamente, se han desprendido modelos Classic Fu-
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